EL SEÑOR ATADO A LA COLUMNA

GREGORIO FERNÁNDEZ (1619)

“El Azotamíento”: Aparece Jesús -figura divinamente humana- desnudo, de pie, con las manos atadas con una cuerda a la columna. La cabeza, de expresión profundamente conmovedora, está ligeramente inclinada sobre el hombro derecho, la boca entreabierta, su cuerpo inclinado por la fatiga del suplicio.

EL SEÑOR ATADO A LA COLUMNA

GREGORIO FERNÁNDEZ (1619)

 

 

El Azotamíento: Aparece Jesús -figura divinamente humana- desnudo, de pie, con las manos atadas con una cuerda a la columna. La cabeza, de expresión profundamente conmovedora, está ligeramente inclinada sobre el hombro derecho, la boca entreabierta, su cuerpo inclinado por la fatiga del suplicio. El paño de pureza, de duros y quebrados pliegues, anudado a la cadera derecha. Va policromado conforme a las reglas del mejor arte: la encarnación mate, las huellas del cruento suplicio están patentes “con sus desollones”. Las llagas que en la divina espalda dejara el flagelo, para mayor apariencia de realidad, “van de corcho y sangre cuaxadas“. No faltan los ojos de cristal que miran con tierna piedad; ni los hilos de sangre -finas pinceladas- que corren por el torso desnudo.

Cuenta la leyenda que la imagen de Jesús habló al maestro Gregorio Fernández antes de abandonar el taller. Historias ingenuas, bellas leyendas que muchas veces proyectan más luz, que cien documentos. Los alcaldes de la cofradía solicitan de Roma ciertas indulgencias, para cuantas personas piadosas orasen a tan devota Imagen, teniendo ante los “propios ojos” las dolorosísimas llagas, “que a nuestro señor Jesucristo le hicieron en sus sagradas espaldas con la muchedumbre de azotes que a su Magestad le dieron…”.