Liturgia y santoral 11/10/15 XXVIII DOMINGO ORDINARIO
XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Sabiduría 7, 7-11
En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza:
Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena, y, junto a ella, la plata vale lo que el barro. La quise más que la salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables.
Salmo responsorial: 89
Sácianos de tu misericordia, Señor. Y toda nuestra vida será alegría. :
Enséñanos a calcular nuestros años, / para que adquiramos un corazón sensato. / Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? / Ten compasión de tus siervos. R.
Por la mañana sácianos de tu misericordia, / y toda nuestra vida será alegría y júbilo. / Dános alegría, por los días en que nos afligiste, / por los años en que sufrimos desdichas. R.
Que tus siervos vean tu acción, / y sus hijos tu gloria. / Baje a nosotros la bondad del Señor / y haga prosperas la obras de nuestras manos. R.
Hebreos 4, 12-13
La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón:
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Marcos 10, 17 – 30
Vende lo que tienes y sígueme. :
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.”Él replico: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.” Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: /”Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.” A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!” Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: “Hijos, ¡que difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.” Ellos se espantaron y comentaban: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús se les quedo mirando y les dijo: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.” Pedro se puso a decirle: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.” Jesús dijo: “Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más- casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna.”
SANTORAL:
Santa Madre de Dios de Begoña.
Santos: María Soledad Torres Acosta, fundadora de las Siervas de María; Nicasio, Germán, obispos; Quirino, Anastasio, presbíteros; Escubículo, Plácido, Ginés, Probo, Andrónico, Sármatas, Zanaida, Filonila, mártires; Venancio, abad; Sisinio, arzobispo.
SANTA SOLEDAD TORRES ACOSTA 1826-1887
El 2 de diciembre de,1826, en el Madrid que sueña con la revolución, la libertad y el progreso, nace en la calle de la Flor Baja, cerca de la actual Plaza de España, dentro del hogar de un sencillo industrial la que habría de ser la fundadora de las Siervas de María, Viviana Antonia Manuela Torres Acosta. De niña era muy piadosa y caritativa, y quería hacerse monja de la orden de santo Domingo, pero no pudo ser, oye a sus veinticinco años hablar de la idea alimentada por un sacerdote de la parroquia de San José, del barrio de Chamberí, don Miguel Martínez, quiere reunir a unas cuantas mujeres para que cuiden a los enfermos desamparados, quiere este celoso pastor atender a los enfermos de los suburbios en su indigencia física y espiritual, valiéndose de algunas piadosas mujeres que les asistan en sus propios domicilios y les dispongan a bien morir. Aun cuando la delicada salud de la muchacha parece desaconsejar tal empresa, al fin ante sus insistencias es admitida, junto con otras seis compañeras, y toma el hábito del nuevo Instituto el 15 de agosto de 1851, cambiando su nombre de pila por el de María Soledad. Su prudencia y tesón la colocan pronto al frente de la comunidad que precisa de semejantes cualidades para subsistir en vista de los problemas que la rodean de fuera y aun de dentro del propio Instituto, cuya dureza de vida va saturando a casi todas las compañeras de fundación. La maledicencia se cebará contra la Madre Soledad hasta ser depuesta de su cargo e incluso obligada a apartarse de la casa madre de la fundación, tras haber soportado no pocas incorrecciones domésticas. Sin embargo, estas pruebas no hacen sino acrisolar más aún su espíritu y Dios la vuelve a poner al frente de la obra, que había llegado al borde de la disolución. Aquella mujer insignificante resuelve los problemas con dos métodos que aplica tenazmente, la oración y el trabajo.
Los conflictos, como la revolución del 68 que la sorprende en Valencia, no la frenan, sino que la empujan, el instituto se extiende por España y América, y un siglo después de su muerte la recordamos como una gran figura de la caridad que presta por amor de Dios un callado servicio mientras el mundo grita.
En esta nueva etapa las Siervas de María ven pronto incrementada su familia con cuarenta nuevas fundaciones, casi todas debidas a las gestiones de la Madre Soledad, que alterna estas tareas con las labores más humildes de la vida doméstica. Muere, por fin, en Madrid, tras breve pero penosa enfermedad, en 1887.