Liturgia y santoral 11/4/15 SÁBADO OCTAVA PASCUA

SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA
Hechos 4,13-21
No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído

En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, se sorprendieron y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús. Pero, viendo junto a ellos al hombre que habían curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y se pusieron a deliberar: “¿Qué vamos a hacer con esta gente? Es evidente que han hecho un milagro: lo sabe todo Jerusalén, y no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos que vuelvan a mencionar a nadie ese nombre.” Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan replicaron: “¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? Juzgadlo vosotros. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.” Repitiendo la prohibición, los soltaron. No encontraron la manera de castigarlos, porque el pueblo entero daba gloria a Dios por lo sucedido.
Salmo responsorial: 117
Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.

Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / El Señor es mi fuerza y mi energía, / él es mi salvación. / Escuchad: hay cantos de victoria / en las tiendas de los justos. R.
La diestra del Señor es excelsa, / la diestra del Señor es poderosa. / No he de morir, viviré / para contar las hazañas del Señor. / Me castigó, me castigó el Señor, / pero no me entregó a la muerte. R.
Abridme las puertas del triunfo, / y entraré para dar gracias al Señor. / Ésta es la puerta del Señor: / los vencedores entraran por ella. / Te doy gracias porque me escuchaste / y fuiste mi salvación. R.
Marcos 16,9-15
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.”

SANTORAL:
Santos: Estanislao, obispo y mártir; Felipe, Lustrano, obispos; Guthlac, presbítero y mártir; Esteban e Hildebrando, monjes y mártires; Eustorgio, presbítero; Isaac, monje; Néstor, Domnión, Antipas, Filón, Ceremonio, mártires; Barsanufio, eremita; Algerico, abad; Godoberta, abadesa; Beatriz de Belmonte, Raniero, Ulrico, Tecelino, beatos.
Imagen
SAN ESTANISLAO, obispo y mártir 1030-1079
Polonia, la mártir de Europa, tiene en la figura de san Estanislao la mejor imagen del martirio intrépido por la fe; por la fe y la necesaria verdad, sobre todo cuando ésta es difícil, incómoda, peligrosísima, hasta el punto de que un cristiano se juega la vida en su proclamación.
Llevaban casados sus padres Wileslaw y Bogna nada menos que treinta años sin tener hijos cuando Estanislao nació. Se puede imaginar la alegría que trajo sobre aquel hogar que ya había perdido las esperanzas de sucesión. Nació en Szczepanow, cerca de Cracovia el 26 de julio de 1030. Sus padres que gozaban de muy buena reputación por su honradez y vida cristiana le educaron en las virtudes cristianas y humanas. Terminados sus estudios en su pueblo, fue enviado a ampliarlos a Cracovia, Lieja (Bélgica) y a París donde consiguió graduarse.
Así lo pinta uno de los mejores historiadores polacos: “Era de carácter dulce y humilde, pacífico y púdico; era muy cuidadoso de reprimir sus propias faltas antes de hacerlo con sus prójimos; era un alma que jamás mostró soberbia ni se dejó llevar por la ira; muy atento, de naturaleza afable y humano, de gran ingenio y sabiduría y dispuesto siempre a ayudar a quien necesitaba ayuda alguna. Odiaba la adulación e hipocresía, mostrándose siempre sencillo y de corazón abierto”.
Pasó a ser canónigo de Cracovia. En 1702, a fin de satisfacer el deseo del clero, del rey Boleslao II y del pueblo el papa Alejandro II le nombró obispo de Cracovia, el 2 de julio de 1071 y, aunque solamente la gobernó por espacio de ocho años, dejó huellas indelebles en ella y en toda la nación polaca, como ningún otro prelado antes ni después de él había hecho. Supo identificarse con los valores espirituales de Polonia y por ellos no dudó hasta derramar su sangre.
Estanislao hombre de oración y penitencia, emprendió un entusiasta trabajo para la cristianización de su pueblo y la reforma del clero. Al principio, la colaboración entre el obispo y el rey careció de nubes pero surgió la tormenta entre ambos con ocasión de la campaña que Boleslao llevó a cabo contra los rusos, y que había de concluir con la conquista de Kiew (1075-1077). Las razones de tal conflicto siguen todavía sin estar claras. ¿Se debió única mente a la crueldad y desenfrenos cometidos por Boleslao? Es algo que está en discusión. En cualquier caso, el obispo conminó al rey con la excomunión,
Cuando Boleslao fue excomulgado, dio la orden de que mataran al insolente que desafiaba al poder, parece que nadie se atrevió a cumplir los deseos del rey, y por fin él mismo dio muerte al prelado.
Estanislao murió ante el altar celebrando misa en la iglesia de San Miguel de Cracovia, su cadáver, lleno de sangre y despedazado a golpes de espada, se expuso como escarmiento en plena calle, pero el asesino tuvo que partir para el destierro, donde murió, y el mártir, nueve siglos después, permanece en la memoria de los polacos como símbolo de la verdad indomable que no se silencia y que hace libres a los que la proclaman.
Hay hombres que representan a una nación porque han sabido asimilar su espíritu y lo han encarnado en su vida de cada día. Si de alguien se pudiera afirmar esto no hay duda de que de San Estanislao habría que decir que supo conocer, y, sobre todo, vivir, el temperamento y las virtudes que encarnaba su pueblo, Polonia, y que, por vivirlas y transmitirlas a los suyos, murió mártir.