Liturgia y santoral 15/1/20 MLL: S. Fco. Fdez Capillas
Memoria libre local: S. Francisco Fernández de Capillas, presbítero
1Samuel 3, 1-20
Habla, Señor, que tu siervo te escucha
En aquellos días, el pequeño Samuel servía en templo del Señor bajo la vigilancia de Elí. Por aquellos días las palabras del Señor eran raras y no eran frecuentes las visiones. Un día estaba Elí acostado en su habitación; se le iba apagando la vista y casi no podía ver. Aún ardía la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel y él respondió: “Aquí estoy. Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy; vengo porque me has llamado”. Respondió Elí: “No te he llamado; vuelve a acostarte. Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. El se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy, vengo porque me has llamado”. Respondió Elí: “No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte”.
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy; vengo porque me has llamado”.
Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho y dijo a Samuel: “Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: Habla Señor, que tu siervo te escucha”. Samuel fue y se acostó en su sitio.
El Señor se presentó y le llamó como antes: “¡Samuel, Samuel!” El respondió: “Habla, Señor, que tu sirvo te escucha”.
Samuel crecía, Dios estaba con él, y ninguna de sus palabras dejó de cumplirse; y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante el Señor.
Salmo responsorial: 39
Aquí estoy, Señor, / para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor: él se inclinó y escuchó mi grito. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras que se extravían con engaños. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: “Aquí estoy”. R.
Como está escrito en mi libro: “Para hacer tu voluntad”. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R.
Marcos 1, 29-39
Curó a muchos enfermos de diversos males
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: “Todo el mundo te busca”. El les respondió: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido”. Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
SANTORAL:
- Nuestra Señora de Banneaux, advocación mariana.
• San Ableberto, San Alejandro el Acemeta, San Arnoldo Janssen, San Arsenio eremita, San Bonito, San Efisio, San Francisco Fernández de Capillas, San Habacuc, San Isidoro de Alejandría, Santa Ita, San Juan Calibita, San Macario el Viejo, San Malardo, San Mauro, San Pablo, San Patrocinio, San Probo, Santa Raquel, San Remigio de Reims, Santa Secundina, Santa Tarsicia, San Yeudiel
• Beato Ángel eremita, Beato Jacobo limosnero, Beato Luis Variara, Beato Nicolás Gross, Beato Pedro de Castalnau, Beato Romedio
San Francisco Fernández Capillas nace el 15 de agosto de 1607 en Baquerín de Campos, (Palencia-España). El menor de cinco hermanos estudió, desde niño, en Palencia donde conoció a los dominicos y descubrió un primer germen de vocación. Fue en el convento de San Pablo de Valladolid donde ingresa en la Orden y profesa al tiempo que hace los estudios institucionales.
Por estos años, el ardor misionero se proyecta hacia el Nuevo Mundo y hacia los países del Extremo Oriente. Todavía siendo diácono, en 1631, con otros treinta jóvenes dominicos, embarca rumbo a México, primera etapa del viaje. Casi un año tardarán en llegar a Manila con la recia experiencia de una travesía llena de padecimientos. En la capital filipina, Fray Francisco recibe la ordenación sacerdotal a los 25 años de edad. En Manila ejerce su vocación sacerdotal y misionera durante nueve largos años, en ansiosa espera de ser enviado a China. Otra escala en Formosa hasta que los cristianos chinos les faciliten la entrada en Fujián el año 1642. La persecución más o menos declarada a los cristianos es el ambiente en el que desarrolla su acción evangelizadora. Fiebres cuartanas y privaciones de todo orden debilitan extraordinariamente su salud. Pero nada le detiene en su misión. La integridad de su vida, la bondad de su corazón y la entrega a su vocación hacen que los cristianos hablen de él como del “santo Capillas”. Arrestado cuando regresaba a su refugio después de atender a los enfermos, es juzgado y condenado por defender su fe y su amor a Jesucristo. Dos meses de tormentos en la cárcel desembocan en su degollación el 5 de enero de 1648. Beatificado por san Pío Xel año 1909 y canonizado por Juan Pablo II el 2000, juntamente con 120 mártires de China. La reliquia de su cabeza se conserva en el convento de los dominicos de San Pablo de Valladolid.
Perfil espiritual.
Una carta sencilla de San Francisco Fernández Capillas a uno de sus hermanos revela, mejor que cualquier descripción, su fisonomía espiritual. Aparece su fe como elemento envolvente de toda su vida. De ella deriva la visión providencialista: “…es Dios nuestro Señor el que aquí me ha traído…” Esta convicción se ha ido consolidando con oración y reflexión,contemplándose a sí mismo ante el Dios que le ha elegido para colaborar en la extensión del reino. Todo ello le otorga una fortaleza inamovible para estar allí donde el Señor le ha enviado; de tal manera que “no bastan trazas humanas para sacarme de aquí hasta que se llegue la hora en que tiene determinado nuestro Señor Jesucristo sacarme.”
La firmeza de su fe se trasfunde a su entereza humana, a su manera de afrontar templadamente las hostilidades y provocaciones: “…viéndome todos padecer con igualdad de ánimo…”
La Voluntad de Dios es la norma de su vida. Esta actitud filial imitada de Jesús de Nazaretse manifiesta auténtica ante la adversidad , la persecución, la cárcel y la misma muerte. Su condición humana, no obstante, le hace sentirla flaqueza natural como un riesgo que él quiere superar en la ayuda de Dios: “Hace que rueguen por mí todos para que me dé Dios nuestro Señor valor, si acaso se ofrece el volver a padecer por él mayores tormentos de los padecidos y glorificarlo por la muerte, que para todo estoy dispuesto en la voluntad de nuestro Señor.”
El amor al prójimo, reverso del amora Dios, le salta a cualquier hora y momento: “… yo reparto con ellos (los encarcelados) de lo que me dan y les sirvo en lo que me mandan y me tengo por muy dichoso en eso.”
El martirio es don de Dios que San Francisco Fernández Capillas viene tejiendo día a día desde su primeriza vocación y que él mismo curte en la persecución, en las privaciones y en las enfermedades. Su preocupación por la salvación de las almas ha marcado sus pasos y señalado los caminos que él pisará a fondo por más que sean pedregosos y escarpados.
2020-01-15 00:00:01