Liturgia y santoral 16/12/15 MIÉRCOLES
FERIA
Isaías 45,6-25
Cielos, destilad el rocío
“Yo soy el Señor y no hay otro: artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de la paz, creador de la desgracia; yo, el Señor, hago todo esto. Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia; yo, el Señor, lo he creado.”
Así dice el Señor, creador del cielo _él es Dios_, él modeló la tierra, la fabricó y la afianzó; no la creó vacía, sino que la formó habitable: “Yo soy el Señor, y no hay otro. No hay otro Dios fuera de mí. Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay ninguno más. Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro. Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: “Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua”; dirán: “Sólo el Señor tiene la justicia y el poder”. A él vendrán avergonzados los que se enardecían contra él; con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel.”
Salmo responsorial: 84
Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo.
Voy a escuchar lo que dice el Señor: / “Dios anuncia la paz / a su pueblo y a sus amigos.” / La salvación está ya cerca de sus fieles, / y la gloria habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la paz se besan; / la fidelidad brota de la tierra, / y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos. R.
Lucas 7,19-23
Anunciad a Juan lo que habéis visto y oído
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?” Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron: “Juan, el Bautista nos ha mandado a preguntarte: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?””
Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Después contestó a los enviados: “Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí.
SANTORAL:
Santos: Albina, virgen; Isabel, Everardo, Macario, Adelardo, confesores; Apseo, Aitalas, Valentín, Concordio, Naval, Agrícola, mártir; Beano, Adón, Irenión, Elías, obispos; Teófanes, emperador; Adelaida (Alicia), emperatriz; Jacob, patriarca.
SANTA ADELAIDA 931-999,
La mujer fuerte de la férrea Europa con que concluye el primer milenio, imagen de una autoridad amenazada y combatida, reina y emperatriz, esposa y viuda, buscando entre luchas desgarradoras contra los de su sangre, el hijo y el nieto, un camino de santidad.
Nacida en el castillo de Orb, hija de Rodolfo II de Borgoña, a los siete años se concierta su matrimonio con el príncipe italiano Lotario, y diez años después, cuando Lotario ya es rey de Italia, se casa con él en Pavía. Pero el monarca no tarda en morir, quizás envenenado, y su viuda queda presa en el castillo de Garda a merced de un usurpador.
Consigue huir para refugiarse en Canosa, llama en su ayuda al emperador alemán Otón y contrae nuevas nupcias con él en el 951. Ambos serán coronados en Roma por el papa Juan XII como emperadores del Sacro Imperio. Otón I el Grande quiere ser el defensor de la Cristiandad, pero, como suele ocurrir, teniendo al Sumo Pontífice bajo su tutela, y cuando muere en el 973 deja una herencia política muy complicada.
Adelaida sufrirá ahora la malquerencia de su hijo Otón II, a su muerte es regente durante la minoría de Otón III, y tiene que ocuparse de gobernar el Imperio, poner paz y resistir el embate de los bárbaros. Hasta que al final de su vida se retira a su Borgoña natal para consagrarse a la piedad bajo la dirección de piadosos varones como san Odilón de Cluny, que fue su primer biógrafo. Murió en el monasterio cluniacense que había fundado en Seltz, en Alsacia.
Siglos más tarde la vemos envuelta en majestuosidad, tenaz, firme y batalladora, agotándose en el cumplimiento de sus deberes, y sin mostrarnos las heridas y contradicciones de su existencia, que reservaba para Dios. En el santoral es toda hieratismo, recubriendo de fortaleza el temblor humano y la fatiga de la mujer que parece incansable y segura