Liturgia y santoral 17/11/15 MO: Sta. ISABEL HUNGRÍA
Memoria obligatoria: SANTA ISABEL DE HUNGRÍA
2Macabeos 6,18-31
Legaré un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente la muerte por amor a nuestra Ley
En aquellos días, a Eleazar, uno de los principales escribas, hombre de edad avanzada y semblante muy digno, le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida.
Los que presidían aquel sacrificio ilegal, viejos amigos de Eleazar, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera, haciendo como que comía carne del sacrificio ordenado por el rey, para que así se librara de la muerte y, dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración. Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de sus canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre todo, digna de la Ley santa dada por Dios, respondió todo seguido: “¡Enviadme al sepulcro! Que no es digno de mi edad ese engaño. Van a creer muchos jóvenes que Eleazar, a los noventa años, ha apostatado, y, si miento por un poco de vida que me queda, se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar e infamar mi vejez. Y, aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no escaparía de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable Ley.”
Dicho esto, se dirigió en seguida al suplicio. Los que lo llevaban, poco antes deferentes con él, se endurecieron, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar. Él, a punto de morir a fuerza de golpes, dijo entre suspiros: “Bien sabe el Señor, que posee la santa sabiduría, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y los sufro con gusto en mi alma por respeto a él.” Así terminó su vida, dejando, no sólo a los jóvenes, sino a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud.
Salmo responsorial: 3
El Señor me sostiene.
Señor, cuántos son mis enemigos, / cuántos se levantan contra mí; / cuántos dicen de mí: / “Ya no le protege Dios.” R.
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, / tú mantienes alta mi cabeza. / Si grito invocando al Señor, / él me escucha desde su monte santo. R.
Puedo acostarme y dormir y despertar: / el Señor me sostiene. / No temeré al pueblo innumerable / que acampa a mi alrededor. R.
Lucas 19,1-10
El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió en una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.”
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.” Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.” Jesús le contestó: “Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.”
SANTORAL:
Acisclo y Victoria de Córdoba, Alfeo y Zaqueo, Juan del Castillo y compañeros mártires; Hugo de Lincoln, monje; Filipina Duchesne, religiosa; Gregorio Taumaturgo, Dionisio, Hugo y Aniano, obispos; Eugenio, confesor.
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA 1207-1231
Santa Isabel nació en Hungría en 1207. A los catorce años fue desposada con el duque Luis IV de Turingia. Isabel poseía un espíritu de fuego. La influencia de su marido, al que amó extraordinariamente, le proporcionó un equilibrio humano y espiritual durante los felices años de su vida común. Por entonces en la Iglesia destellaba una luz deslumbrante, la de Francisco de Asís. Isabel soñaba con reproducir dentro de su hogar el ideal franciscano y Luis era una persona apropiada para compartir las aspiraciones de su esposa. Pero en 1227, tuvo que partir él a la Cruzada. A los tres meses moría en Italia. El golpe resultó terrible para Isabel, que esperaba su tercer hijo. Hubiera necesitado en tal coyuntura de un Francisco de Sales junto a ella, pero tenía como director espiritual a un maestro que la aterrorizaba y que incluso no dudaba en herirla. Siguiendo en pos de una alucinante búsqueda de abyección y penitencia, rompió con su familia, que la tomaba por loca, y confió a otros el cuidado de sus propios hijos con el fin de consagrarse al servicio de los pobres y enfermos más abandonados, en quienes veía a Cristo. Su salud no pudo resistir todas estas austeridades. Murió en 1231, a los veinticuatro años