Liturgia y santoral 17/9/16 ML: SAN ROBERTO BELARMINO

Memoria libre: SAN ROBERTO BELARMINO, obispo y doctor
1Corintios 15, 35-37. 42-49
Se siembra lo corruptible, resucita incorruptible
Hermanos: Alguno preguntará: “¿Y cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo traerán?” ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida si antes no muere. Y, al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después, sino un simple grano, de trigo, por ejemplo, o de otra planta. Igual pasa en la resurrección de los muertos: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual. Si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual. En efecto, así es como dice la Escritura: “El primer hombre, Adán, fue un ser animado.”
El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.
Salmo responsorial: 55
Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, / y así sabré que eres mi Dios. R.
En Dios, cuya promesa alabo, / en el Señor, cuya promesa alabo, / en Dios confío y no temo; / ¿qué podrá hacerme un hombre? R.
Te debo, Dios mío, los votos que hice, / los cumpliré con acción de gracias; / porque libraste mi alma de la muerte, / mis pies de la caída; / para que camine en presencia de Dios / a la luz de la vida. R.
Lucas 8, 4-15
Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando
En aquel tiempo se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: “Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena, y, al crecer, dio fruto el ciento por uno”. Dicho esto, exclamó: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Entonces le preguntaron los discípulos: “¿Qué significa esa parábola?” El les respondió: “A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no maduran. Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando”.

SANTORAL:
Las llagas de San Francisco. Santos: Roberto Belarmino, obispo y doctor; Flocelo, niño, Ariana (Ariadna), Agatoclia, Narciso, Crescente, Sócrates, Esteban, Valeriano, Macrobio, Sátiro, Gordiano, Elías, Zótico, Luciano, Flocelo, mártires; Lamberto, obispo; Teodora, Hildegarda, vírgenes.

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SAN ROBERTO BELARMINO 1542-1621 “En la Iglesia de Dios no hay quien le iguale en saber”, dijo de él el Papa al hacerle cardenal. Y en efecto, fue una las lumbreras de su tiempo, sabio, predicador, teólogo, polemista, autor devoto, metido en los asuntos más difíciles e intrincados de la época, y siempre con una independencia de criterio admirable.
Roberto Belarmino, que había nacido en Montepulciano de Toscana, ingresó en la Compañía a los dieciocho años (1560), pasando a ser profesor a Lovaina (1569-1576) y más tarde al Colegio Romano – predecesor de la actual Universidad Gregoriana -, donde sobresalió en la refutación de los errores de su tiempo (1576-1592). Su curso, recogido bajo el título de «Controversias», ha formado a generaciones enteras de apologistas y teólogos. Se ha querido incluso ver en este escrito una «Summa» de la Reforma católica.
Promovido al cardenalato en 1599, Belarmino se mostró en desacuerdo con Clemente VIII en una controversia teológico que el papa hubiera querido resolver por autoridad. Con objeto de apartar de Roma a un consejero al que no juzgaba suficientemente flexible, le nombró cardenal arzobispo de Capua (1602). Belarmino, pastor improvisado, se mostró desde el principio como un obispo modelo. Se dedicó a visitar las parroquias, predicando y dando catecismo hasta la extenuación de sus fuerzas, con una caridad sin límites para con los necesitados. A la muerte de Clemente VIII (1605), Belarmino tuvo que regresar a Roma, donde volvió a ocupar un papel de primer orden dentro de la Curia. Moriría en 1621. Su cuerpo descansa en la iglesia de San Ignacio, no lejos de aquel hijo espiritual suyo de otros tiempos, San Luis Gonzaga.