Liturgia y santoral 18/11/16 ML: DEDICACIÓN BASÍLICAS APÓSTOLES

Memoria libre: LA DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE LOS APÓS¬TOLES SAN PEDRO Y SAN PABLO
Apocalipsis 10, 8-11
Cogí el librito y me lo comí
Yo, Juan, oí cómo la voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de nuevo, diciendo: “Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra.” Me acerqué al ángel y le dije: “Dame el librito.” Él me contestó: “Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor.”
Cogí el librito de mano del ángel y me lo comí; en la boca sabía dulce como la miel, pero, cuando me lo tragué, sentí ardor en el estómago.
Entonces me dijeron: “Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.”
Salmo responsorial: 118
¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Mi alegría es el camino de tus preceptos, / más que todas las riquezas. R.
Tus preceptos son mi delicia, / tus decretos son mis consejeros. R.
Más estimo yo los preceptos de tu boca / que miles de monedas de oro y plata. R.
¡Qué dulce al paladar tu promesa: / más que miel en la boca! R.
Tus preceptos son mi herencia perpetua, / la alegría de mi corazón. R.
Abro la boca y respiro, / ansiando tus mandamientos. R.
Lucas 19, 45-48
Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos
En aquel tiempo entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Escrito está: “Mi casa es casa de oración”; pero vosotros la habéis convertido en una “cueva de bandidos””. Todos los días enseñaba en el templo.
Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

SANTORAL:
Esiquio, Román y Bárula, Orículo, mártires; Máximo, obispo; Tomás, monje; Hilda, abadesa; Beata Salomé de Cracovia, virgen.

DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE LOS APÓSTOLES SAN PEDRO Y SAN PABLO
El sepulcro de San Pedro en el Vaticano y el de San Pablo en la ribera del Tíber, en el camino de Ostia – los «trofeos de los Apóstoles» como los llama un documento del siglo II – han sido siempre objeto de la veneración de los fieles. Después del glorioso sepulcro de Cristo en Jerusalén, las tumbas de Pedro y Pablo en Roma constituyen la meta por excelencia de toda peregrinación cristiana. Hacia el 330, el emperador Constantino erigió una amplia basílica sobre la tumba de Pedro y un edificio muy modesto sobre la de Pablo. La basílica de San Pablo fue reconstruida a finales de siglo de acuerdo con una concepción grandiosa (390). Tal basílica sería arrasada por un incendio en 1823 y reedificada siguiendo el mismo diseño (1854). La basílica constantiniana de San Pedro fue sustituida en el siglo XVI por la de Bramante y Miguel Ángel, que alza su cúpula al cielo de Roma justamente encima de la tumba del Apóstol. Se celebró su dedicación el 18 de noviembre de 1626.
Pedro y Pablo «hicieron memorable el nombre de Dios por generaciones y generaciones». Al anunciar a los paganos la salvación en Jesucristo, nos facilitaron “el primer anuncio del Evangelio”. Pero su actividad no concluyó con su muerte. La Iglesia romana es la Iglesia de Pedro y Pablo, habla en nombre de ellos y cada día tiene nuevas experiencias de su solicitud: ellos son los que la guían y protegen a fin de que conserve intacta la verdad que ellos mismos le confiaron en depósito