Liturgia y santoral 21/4/18 ML: S. ANSELMO
M. libre: SAN ANSELMO, obispo y doctor de la Iglesia
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,31-42):
EN aquellos días, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.
Pedro, que estaba recorriendo el país, bajó también a ver a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla.
Pedro le dijo:
«Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y arregla tu lecho».
Se levantó inmediatamente. Lo vieron todos los vecinos de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor.
Había en Jafa una discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita hacía infinidad de obras buenas y de limosnas. Por entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba.
Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a rogarle:
«No tardes en venir a nosotros».
Pedro se levantó y se fue con ellos. Al llegar, lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron todas las viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela mientras estuvo con ellas. Pedro, mandando salir fuera a todos, se arrodilló, se puso a rezar y, volviéndose hacia el cuerpo, dijo:
«Tabita, levántate».
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él, dándole la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.
Esto se supo por todo Jafa, y muchos creyeron en el Señor.
Salmo
Sal 115,12-13.14-15.16-17
R/. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio segun san Juan (6,60-69):
EN aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
SANTORAL:
• Santa Abdecalas, San Anastasio Sinaíta, San Anselmo de Canterbury, San Apolonio mártir, San Aristo de Alejandría, San Conrado de Parzham, San Maelrubo, San Romás Adame Rosales, San Simeón Bar Sabas.
• Beato Bartolomé Cerveri, Beato Juan Saziari.
Anselmo de Canterbury O.S.B. (Aosta, 1033-Canterbury, 1109). Se le conoce también como Anselmo de Aosta, por el lugar donde nació, o Anselmo de Bec, si se atiende a la población donde estaba enclavado el monasterio del cual llegó a ser prior. Fue un monje benedictino que fungió como arzobispo de Canterbury durante el periodo 1093-1109. Destacó como teólogo y filósofo escolástico. Doctor de la Iglesia.
Como teólogo, fue un gran defensor de la Inmaculada Concepción de María y como filósofo se le recuerda, además de por su célebre argumento ontológico, por ser padre de la escolástica.
Su vida nos es conocida, al menos en parte, gracias al trabajo de Eadmero, un discípulo directo de Anselmo. Aunque este texto es un claro ejemplo de la hagiografía de su tiempo y, por ello, salpicada de las exageraciones e interpretaciones propias de la época que tenían como finalidad exaltar a un candidato a la santidad, nos presenta un retrato aproximado de lo que fue el itinerario del santo.
Nace en Aosta ciudad de la Longobardia en 1033, heredero de un linaje noble del Piamonte. Era hijo de Gondulfo, noble longobardo, y Ermenberga, pariente de Otón I de Saboya. Como en muchas de las biografías de los santos de aquella época, se nos presenta una antítesis entre los caracteres de ambos progenitores: Un padre pródigo y disipado y una madre profundamente religiosa. Aun siendo esto verdad, no representaría un caso excepcional, considerando el comportamiento común en el medievo de hombres y mujeres. Con todo, se puede asegurar que la primera infancia de Anselmo transcurriría en completa normalidad. El hecho de que desde muy pequeño mostrara inquietudes religiosas se debería en gran parte al trato continuo con su madre, quien le habría acercado a sus valores y prácticas religiosas. Por otro lado, no era raro que hijos de nobles vieran la vida monástica como una vía solicitada para perpetuar el renombre de la familia.
Lo cierto es que Anselmo deseaba el ingreso al monacato benedictino desde los quince años, época en la que se le describe como piadoso y estudioso. A esta idílica etapa de su vida sucede una juventud disipada que lo conduce a un conflicto con su padre, lo cual provoca el abandono de su hogar.
Después de algunos estudios preliminares sobre retórica y latín realizados en las ciudades de Borgoña, Avranches y finalmente en Bec, la fama de Lanfranco lo atrae a la Orden Benedictina, aunque al principio, según confesión propia, se sintiera indeciso ante el renombre de este monje al que Anselmo consideraba como un obstáculo en el desarrollo de sus propias posibilidades para hacerse de una carrera eclesiástica. Corría el año 1060 cuando, una vez aclaradas sus motivaciones, ingresa al monasterio. Pese a sus temores iniciales, la carrera de Anselmo ganó fama de manera vertiginosa, pues en 1063 sucede a Lanfranco en el priorato de Bec, al ser éste elegido abad. Esta será la tónica de toda su vida: posteriormente le sucede como abad (1078) y finalmente como arzobispo de Canterbury (1093), donde finalmente muere en 1109.
Es en Inglaterra donde Anselmo, además de filósofo y teólogo, muestra dotes de político apologeta. La Iglesia vive el momento más cruento del conflicto de las investiduras y él debe defender desde la cátedra arzobispal el derecho que ella “tiene a la libertad” e impedir tendencias cismáticas que amenazaban a su grey. Los monarcas británicos Guillermo el Rojo y Enrique I no harán fácil esta tarea que se había impuesto a sí mismo; pero gracias a esta oposición, se reconoce otra faceta en los escritos de Anselmo.