Liturgia y santoral 23/10/13 ML: S. JUAN CAPISTRANO
Memoria libre: SAN JUAN DE CAPISTRANO, presbítero
– Rom 6, 12-18. Ofreceos a Dios como quienes han vuelto a la vida desde la muerte.
– Sal 123. R. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
– Lc 12, 39-48. Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará
En aquél tiempo:
Jesús dijo a sus discípulos: «Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada.»
Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»
El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquél a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: “Mi señor tardará en llegar”, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente.
Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.»
SANTORAL:
Santos: Juan de Capistrano, Teodoreto, presbíteros; Servando, Germán, Giraldo, Graciano, mártires; Ignacio patriarca; Juan, Román, Vero, obispos; Benito, Severino, confesores; Sira, abadesa; Oda (Odette), viuda; Domicio, Juan el Bueno, eremitas.
San Juan de Capistrano (en italiano: Giovanni da Capestrano; en húngaro: Kapisztrán Szent János) (24 de junio de 1386 – 23 de octubre de 1456) fue un fraile italiano que predicó de forma ambulante por casi toda Europa, sobre todo en el Este. Fue canonizado en 1690 por el papa Alejandro VIII. Ha sido llamado el “Santo de Europa” y su fiesta se celebra el 23 de octubre.
Nació en 1386 en el pueblo de Capistrano, de la diócesis de Sulmona, en la región de Abruzos. Su padre había llegado a Italia como miembro de la corte de Luis I de Nápoles. Estudió de forma secular en la Universidad de Perugia y se llegó a casar poco después, aunque no llegó a consumar el matrimonio.
Su primer objetivo fue el de ser jurista, consiguiéndolo con 26 años en 1412. Gracias a su maestro Baldus de Ubaldis, ejercería dicho cargo en la misma Perugia, además de ser gobernador de ella, por orden de Ladislao I de Nápoles, pero la ciudad fue ocupada en las luchas contra Rímini por el ejército de Segismundo Malatesta. Fue hecho prisionero y en este cautiverio reflexionó sobre los aspectos de la vida y llegó a la consecuencia de que el dinero no era lo más importante en esta vida y se dedicó a conseguir la santidad entrando en la orden de los Franciscanos en 1416, y además anuló su matrimonio. Al año siguiente fue ordenado sacerdote y llegó a ser vicario general. Su gran maestro fue San Bernardino de Siena.
Se lanzó entonces a predicar los evangelios por Europa, primero pasando por Alemania, Bohemia (en donde predicó y proclamó cruzadas contra los husitas), Austria, Hungría y Polonia. Predicaba en las plazas, acudiendo gran número de personas en las distintas ciudades donde le llamaban “el padre piadoso” o “el santo predicador”. Muchos jóvenes se le unieron en sus labores religiosas y provocaba gran fervor en todos los que le escuchaban, llegándose a producirse espontáneas quemas de libros de brujería. Sus discursos duraban entre dos y tres horas. Su rutina diaria era el de dormir y comer poco y ser siempre amable con los demás. Sufría de cojera por artritis y vestía pobremente.
Después de muerto reunieron los apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones y suman 17 gruesos volúmenes.
Además de predicar se dedicó a ser consejero personal y legado (embajador) de papas, como Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III, siendo muy prudente y sabio en sus decisiones diplomáticas. Fue enviado, entre otras ciudades, a Milán y a Borgoña. También ejerció de inquisidor varias veces, condenando la herejía, el amor mundano y la vanidad. En Breslavia, reclamó la expulsión de los judíos de dicha ciudad e incluso llegó a mandar quemar a 40 de ellos y otros 36 en la plaza del mercado de Berlín, y los persiguió en Sicilia, Moravia y Polonia. Asimismo persiguió a los fraticelli en Ferrara y a los jesuatos en Venecia.
Los turcos habían conquistado la ciudad de Constantinopla en 1453 y se preparaban para invadir Hungría por orden del conquistador Mehmet II. Ya se habían reclutado a 100.000 hombres para tal misión y consiguieron invadir Serbia en 1455 para retomar los territorios húngaros perdidos para el momento. El papa Calixto III predicó una cruzada en la Dieta de Fráncfort en 1454 para defenderse del ataque otomano en el Este de Europa, y su llamamiento fue respondido por Juan Capistrano, que empezó a reclutar a cristianos fervorosos por toda Hungría. Logró reunir un total de 35.000 hombres, aunque en su mayoría eran campesinos, artesanos y estudiantes y estaban mal pertrechados. Se unieron al contingente de 15.000 mercenarios del caudillo de los húngaros, Juan Hunyadi, al que la nobleza había dado la espalda y no podía contar con un ejército regular.
El punto de encuentro entre las fuerzas cristianas y las otomanas se daría en el Sitio de Belgrado, último reducto para que los turcos pudieran pasar libremente a Hungría. Era el mes de julio del año 1456. La ciudad se encontraba medio derruida a causa del bombardeo de los 200 cañones turcos y para colmo se acercaban 50.000 jenízaros. Entonces Capistrano se dedicó a enardecer a las tropas empuñando una bandera en donde estaba bordada una cruz mientras gritaba: “Jesús, Jesús, Jesús”. Esto animó a los defensores, que consiguieron rechazar en dos ocasiones las acometidas turcas. En el momento álgido de la batalla, el franciscano pronunció: “Creyentes valientes, todos a defender nuestra santa religión”, liderando el contraataque cristiano que provocó la retirada turca, produciéndose 25.000 bajas entre los infieles.
Los oficiales del contingente cristiano dijeron de Capistrano en varias ocasiones: “Este padrecito tiene más autoridad sobre nuestros soldados, que el mismo jefe de la nación”. El franciscano fue vitoreado en Belgrado al regresar de la persecución de los otomanos por su gran victoria. Pero poco le duró la alegría, ya que la peste se había desatado en la ciudad y Capistrano se contagió de ella, muriendo pocos meses después, el 23 de octubre de 1456 con 70 años