Liturgia y santoral 23/5/14 VIERNES

FERIA
– Hch 15, 22-31. Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables.
– Sal 56. R. Te daré gracias ante los pueblos, Señor.
– Jn 15, 12-17. Esto os mando: que os améis unos a otros.
12 Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15 No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda.
17 Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.»

SANTORAL:
La aparición del Apóstol Santiago. Santos: Epitacio, Basileo, Miguel, Eufebio, Mercurial, obispos; Lucio, Quinciliano o Quinciano, Julián, Almerinda, Eufrosina, mártires; Juan Bautista de Rossi, Crispín de Viterbo, confesores; Eutiquio, Severino, Siagrio, Poncio, Florencio, monjes; Juana Artida Thouret, fundadora.

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San Juan Bautista Rossi

Nació en 1698, en un pueblo cerca de Génova, en Italia. En el Colegio Romano hizo estudios con gran aplicación, ganándose la simpatía de sus profesores y compañeros. Fue ordenado sacerdote a los 23 años.

Pronto aprendió que la verdadera mortificación consiste en aceptar los sufrimientos y trabajos de cada día, esforzándonos al máximo de nuestras capacidades y posibilidades.
Tenía una fuerte inclinación por los pobres, los enfermos y los abandonados. El Sumo Pontífice había fundado un albergue para recibir a las personas desamparadas, y en ese lugar, el santo atendió por muchos años a los pobres y necesitados, además de enseñarles el catecismo y prepararlos para recibir los sacramentos.

El santo descubrió la plenitud de su vocación en el confesionario, y pronto decubrió y entendió que Dios le había hecho el llamdo especial a ser confesor. Al volver a Roma le comentó a un amigo cercano: “Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es: confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión”.

Consagró su vida a llevarle el perdón y la misericordia de Dios a los más necesitados. Visitó principalmente cárceles y hospitales. El 23 de mayo del año 1764, sufrió un ataque al corazón y murió a la edad de 66 años.

La estimación por él en Roma era tan grande que a su funeral asistieron 260 sacerdotes, un arzobispo, muchos religiosos e inmenso gentío. La misa del Réquiem la cantó el coro pontificio de la Basílica de Roma