Liturgia y santoral 25/12/13 Solemn: NAVIDAD
Solemnidad: NATIVIDAD DEL SEÑOR
– Is 52, 7-10. Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
– Sal 97. R. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
– Heb 1, 1-6. Dios nos ha hablado por su Hijo.
– Jn 1, 1-18. La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:
Este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe.
No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal,ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
Éste es de quien dije:
“El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer
SANTORAL:
La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.Nuestra Señora de Belén. Santos: Susana, Anastasia, Noelia, Eugenia, Felipe, Claudia, Sergio, Abdón, Proto, Yocinto, mártires; Maelán, obispo; Pedro Mauricio o Pedro el Venerable, abad.
La Navidad
La Navidad es el Nacimiento del Salvador. Es gran fiesta para todos los hombres porque para todos es la Encarnación y el Nacimiento. De modo especialísimo es para los creyentes en Cristo porque ellos conocen bien su verdad y significado. Es una fiesta convencional; no existe la seguridad y certeza fiable dada por un registro civil que lo atestigüe. Se fijó en el 25 de diciembre para ocultar una fiesta pagana, la del solsticio de invierno. Pero eso es lo menos importante. Lo que de verdad entraña todo el fondo y el peso es la contemplación del Señor de la historia que entra dentro de la historia por el amor que tiene al hombre al que llama a trascender su misma historia. Por ello es razonable hacer fiesta y celebrar gozosos el hecho del Nacimiento del Hijo de Dios y es fácil comprender que llegara a sofocarse, apagar y santificar la fiesta pagana que sustituyó.
Hoy, ¿qué está pasando? Hay síntomas alarmantes de vuelta a lo pagano. Sí, parece que se está dando un vaciado de sentido del ciclo navideño. Un avispado observador que examinara la fiesta de los cristianos y quisiera aprender de ellos podría encontrarse con dificultades para entender lo central y primigenio. Quizá se topara con caricaturas ridículas de una religión sin fondo, cuando no descubriera contradicción entre creencias y hechos.
Si comparamos nuestra Navidad con una canción, concluiríamos que no suena bien. Mira, si no: Son días de misivas convencionales, con un paisaje nevado de fondo, en papel de a cuarto para cumplir con el amigo casi olvidado, con el cliente moroso o con el pariente molesto. Para algunos, la Navidad se convirtió en la vacación de invierno. Para otros, noble ocasión de reencuentro familiar disperso en la geografía y distanciado en el tiempo. Los bondadosos divulgan deseos de virtud a plazos, «en estos días», por un tiempo. Los más expresan augurios de felicidad que frecuentemente se resumen en la efímera, transitoria y vana de la mesa bien dispuesta, turrones copiosos y bebidas abundantes, loterías deseables, muérdago y pino en casa y ¡salud!, sin visitar médicos. El consumismo enciende lucecitas con destellos en las calles de la ciudad y del pueblo por donde abunde la gente risoteando con planes de compras, diversión y jaleo. Se sacan las panderetas y sonajas del año pasado para acompañar Villancicos que, en el mejor de los casos, cantan al Niño durmiendo, a la Virgen lavandera y a san José con las ropas aireadas por los roedores del Portal. Regalos –eso sí– caros, que son los buenos; se precisa una «extra», y casi no llega, para los gastos del festejo. Las ingenuas figurillas del belén doméstico –recuerdos del abuelo– son la sencillez de otro tiempo que hablaba del Cielo. Con el símil de la canción, ¿verdad que nuestra Navidad podría sonar mejor?
El Señor sigue amando por encima del tiempo. La Virgen no es hilandera, sino la Madre del Verbo. San José, el de los clavos, es varón pulcro, recio, fuerte, sencillo y santo. El Niño ofrece otra Vida distinta de la del tiempo. Los Ángeles adorantes piden, en el barullo, silencio. Ojalá el ilustrado se abaje de su estamento y comparta con el pobre su comida y su techo