Liturgia y santoral 27/5/16 ML: S. AGUSTÍN CANTORBERY

Memoria libre: SAN AGUSTÍN DE CANTORBERY, obispo
1Pedro 4,7-13
Sed buenos administradores de la múltiple gracia de Dios
Queridos hermanos: El fin de todas las cosas está cercano. Sed, pues, moderados y sobrios, para poder orar. Ante todo, mantened en tensión el amor mutuo, porque el amor cubre la multitud de los pecados. Ofreceos mutuamente hospitalidad, sin protestar. Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de Dios. El que toma la palabra, que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio, que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios. Así, Dios será glorificado en todo, por medio de Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Queridos hermanos, no os extrañéis de ese fuego abrasador que os pone a prueba, como si os sucediera algo extraordinario. Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo.
Salmo responsorial: 95
Llega el Señor a regir la tierra.
Decid a los pueblos: “El Señor es rey, / él afianzó el orbe, y no se moverá; / él gobierna a los pueblos rectamente.” R.
Alégrese el cielo, goce la tierra, / retumbe el mar y cuanto lo llena; / vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, / aclamen los árboles del bosque. R.
Delante del Señor, que ya llega, / ya llega a regir la tierra: / regirá el orbe con justicia / y los pueblos con fidelidad. R.
Marcos 11,11-26
Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos. Tened fe en Dios
Después que la muchedumbre lo hubo aclamado, entró Jesús en Jerusalén, derecho hasta el templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, se marchó a Betania con los Doce. Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: “Nunca jamás como nadie de ti.” Los discípulos lo oyeron.
Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía, diciendo: “¿No está escrito: “Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblo”? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos.” Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: “Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.” Jesús contestó: “Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas.”

SANTORAL:
Santos: Agustín de Cantorbery, Eutropio, Bruno, Federico, Hildeberto, obispos; Acacio, Juan, Cuadrado, Estratónico, Elías, Luciano, Zótico, Cirilo, Restituta, Alipio, Julio, Ranulfo, mártires.

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Agustín de Cantorbery, arzobispo († 605)
Con toda razón se le llama el «apóstol de los anglosajones». En realidad llevó la fe cristiana a aquellas tierras que ya conocieron el cristianismo en el primer siglo de nuestra era. Pero, al marcharse en el siglo V las legiones romanas, aquello se fue apagando entre guerras e invasiones hasta desaparecer, porque los pocos bretones creyentes que sobrevivieron pasaron al continente y se establecieron en Francia, dando su nombre a la región norteña del país de adopción. Los que se quedaron en las islas desaparecieron, volviendo el paganismo.
En Roma está el magnífico papa Gregorio (590-604) al que la historia pega con justicia el calificativo «Magno». Este pontífice emprendedor tiene clavada la espina de la Inglaterra pagana. Vio encenderse una luz al casarse el rey Etelberto de Kent con la cristiana Berta, que es hija del rey francés merovingio y ha conseguido que su marido le permita practicar su religión. No quiso desaprovechar la coyuntura. Con sana estrategia apostólica pensó Gregorio Magno utilizar a algunos esclavos anglosajones del puerto de Marsella, formarlos en los monasterios de Roma y enviarlos luego a convertir a sus hermanos de raza; pero aquello era más de lo que podía soportar su paciencia, porque el proceso se preveía largo, lento. Así, pensando acortar distancias, fue como entra en escena Agustín.
Es prior del monasterio de San Andrés de Roma. El papa sabe que el monje benedictino es virtuoso, ardiente, de temperamento fogoso y emprendedor; lo mandó llamar y le encomendó la labor de evangelizar y convertir a las islas, acompañado de una numerosa compañía de monjes escogidos. Pero no dio resultado, porque, atravesando Francia, en Lerins, se desilusionaron aquellos cuarenta monjes con las noticias que les dieron sobre las enormes dificultades prácticas a las que había que sumar la tristemente celebérrima crueldad del pueblo anglosajón; regresaron a Roma ante la imposibilidad de la empresa.
No era fácil que el espíritu magnánimo del papa aceptara la derrota. Con su gran bondad, mezclada con energía y afecto, supo alentar la generosidad de aquellos frustrados misioneros que vuelven a reemprender el camino, ahora mejor pertrechados espiritualmente y llenos de entusiasmo. Desembarcaron en Thanet en el 597, fecha del comienzo de la evangelización.
Las crónicas describen al rey Etelberto impresionado ante la gigantesca figura física de Agustín que se le acerca, acompañado de sus monjes entre cantos y con la cruz levantada, pidiéndole con toda humildad permiso por medio de intérpretes para enseñar. No solo lo concedió, sino que, después de instruido él mismo, pudieron establecerse en Dorovernum o Cantorbery, la principal ciudad de Kent, donde los ejemplos de bondad, servicio y austeridad llevaron a la conversión del mismo rey Etelberto (el 2 de julio fue su bautismo) y de buena parte de sus magnates para la Navidad del 597.
Todo fue alegría y acción de gracias en Roma cuando llevaron la noticia el presbítero Lorenzo y el monje Pedro, enviados por Agustín. Le faltó tiempo al papa Gregorio para hacer correr las cartas a Oriente y a Occidente. Dio ordenes para organizar la naciente Iglesia. Manda consagrar obispo a Agustín, que tuvo que pasar a Arlés para que pudiera conferir órdenes sagradas y asentar la labor comenzada. Lo nombra Arzobispo y legado suyo, le manda una nueva remesa de misioneros a las que se sucederán otras más. Al regresar Lorenzo y Pedro, fueron cargados de tal cantidad de reliquias, libros, telas y utensilios para el culto que llegaron a fascinar a la gente de Kent.
A Agustín le quedaba la ingente tarea de continuar la predicación, levantar templos, edificar monasterios –el primero fue la abadía de San Pedro y San Pablo, que con el tiempo se llamará de San Agustín y será tumba para los reyes de Kent y los obispos–, ocuparse de regular la disciplina, implantar la liturgia, crear como metropolita nuevas diócesis y ocuparse de llevar a la Heptarquía la fe sembrada ya en Kent.
Cuando murió en mayo del año 605, el esfuerzo misionero había llegado ya a Rochester y a Londres, la capital del reino de Essex, donde reinaba Sebert, sobrino de Etelberto de Kent. El resto de la Heptarquía fue recibiendo la fe a lo largo del siglo VI.
¿Que de quién es el mérito, del papa Gregorio o de Agustín de Cantorbery? Seguro que entre ellos no se pelean hoy por disputarse el éxito. ¡Esas son cosas que solo pasan aquí! Aparte de que, si hay que apuntárselo a alguien, tiene necesariamente que pasar al haber del Espíritu Santo. Los demás, ya se sabe, «servi inútiles», siervos inútiles