Liturgia y santoral 3/10/15 ML: S. FRANCISCO BORJA

Memoria libre: SAN FRANCISCO DE BORJA, presbítero
Baruc 4,5-12.27-29
El que os mandó las desgracias os mandará el gozo

Ánimo, pueblo mío, que llevas el nombre de Israel. Os vendieron a los gentiles, pero no para ser aniquilados; por la cólera de Dios contra vosotros os entregaron a vuestros enemigos, porque irritasteis a vuestro Creador, sacrificando a demonios y no a Dios; os olvidasteis del Señor eterno que os había criado, y afligisteis a Jerusalén que os sustentó. Cuando ella vio que el castigo de Dios se avecinaba dijo: “Escuchad, habitantes de Sión, Dios me ha enviado una pena terrible: vi cóm el Eterno desterraba a mis hijos e hijas; yo los crié con alegría, los despedí con lágrimas de pena. Que nadie se alegre viendo a esta viuda abandonada de todos. Si estoy desierta, es por los pecados de mis hijos, que se apartaron de la ley de Dios. Ánimo, hijos, gritad a Dios, que el que os castigó se acordará de vosotros. Si un día os empeñasteis en alejaros de Dios, volveos a buscarlo con redoblado empeño. El que os mandó las desgracias, os mandará el gozo eterno de vuestra salvación.”
Salmo responsorial: 68
El Señor escucha a los pobres.

Miradlo, los humildes, y alegraos, / buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón. / Que el Señor escucha a sus pobres, / no desprecia a sus cautivos. / Alábenlo el cielo y la tierra, / las aguas y cuanto bulle en ellas. R.
El Señor salvará a Sión, / reconstruirá las ciudades de Judá, / y las habitarán en posesión. / La estirpe de sus siervos la heredará, / los que aman su nombre vivirán en ella. R.
Lucas 10,17-24
Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.” Él les contestó: “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.”
En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, esclamó: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.” Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.”

SANTORAL:
San Francisco de Borja, Edmundo, Esiquio, confesores; Cándida, Dionisio, Fausto, Cayo, Heraclio, Diodoro, Ewaldo, mártires; Antonio, Benito, Cipriano; Maximiano, Patusio, Ursicino, obispos; Gerardo, Vidrado, Uto, abades; Juvino, eremita.

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SAN FRANCISCO DE BORJA 1510-1572
“Nada hay en el mundo comparable con gastar la vida en el servicio de Dios”: estas palabras de la colecta de la Misa pueden servir como síntesis perfecta del proceder total del Duque Gandía, Marqués de Lombay, Virrey de Cataluña y Grande España de la noble y turbulenta estirpe de los Borgias (italianización de su nombre), bisnieto del papa Alejandro VI, de no muy feliz memoria, gran señor, cortesano, amigo del emperador Carlos, que cambió todo el oro del mundo por seguir a ese Señor que nunca habría de faltarle. Nació Francisco en Gandía el 10 de octubre de 1510. Su vida discurrió durante treinta y seis años en una constante entrega al servicio de la Corte de Carlos V, con cuyo hijo Felipe II mantuvo estrecha amistad, y su propia familia, sin que todo ello supusiera postergación alguna su recia vida de hombre de fe. Pero Dios fue llamando repetidamente a las puertas de su alma, siendo los momentos claves la muerte de la reina y de su propia esposa, Leonor de Castro – de la que tuvo ocho hijos -. La muerte de la emperatriz Isabel, su bienhechora, provocó una de las frases más célebres en los anales de la santidad, «No servir a señor que se pueda morir»
Aún hubo de esperar para arreglar todos sus múltiples asuntos antes de poder seguir esa llamada sellándola con los votos de la vida religiosa. Por fin, el 30 de agosto de 1550 parte para Roma, haciendo sonar el estampido del que decía San Ignacio que no había oídos capaces de captarlo en el mundo. Al año siguiente, culminando los estudios comenzados mucho antes recibe el sacerdocio. Su primera Misa registró ya una ingente multitud de asistentes que se apretaban para ver con sus propios ojos al que llamaban el Duque Santo. Santa, en efecto, fue su humilde vida de jesuita en la que buscaba con avidez los trabajos más simples como barrer, ayudar en la cocina, acarrear la leña… Pero Dios hacía brillar sus obras llegando a convertirse en el apóstol de Guípúzcoa, durante su período de estancia en Oñate, y más tarde llamándole nuevamente a negocios de mayor trascendencia ante los ojos del mundo: fue nombrado por Ignacio comisario general, con autoridad sobre toda la Compañía de Jesús de España y Portugal (1554). Con todo, tampoco le faltaron a Borja las contradicciones: ante la animosidad creciente en España por sus decisiones, el sucesor de Ignacio, Diego Laínez, le llamó a Roma (1558), donde, tras alguna breve estancia nuevamente en España, se dedicó a la predicación. En 1565 es designado como Superior General de la Orden, cargo en el que atendió con preferencia a la orientación de los noviciados, el fomento de la vida de piedad y la organización de los estudios; a la vez que actuaba como hombre de confianza del papa Pío V en varias legaciones. Francisco ilustró así el apellido de su familia, puntal de la leyenda negra de la Iglesia, en un sentido opuesto al de sus famosos antepasados; no sólo porque opuso santidad a libertinaje y cinismo, sino también porque contrapesa la pompa mundana y señorial de los suyos con su aniquilamiento voluntario, desgastándose en ingratas tareas que le consumen hasta su muerte en la noche del 30 de septiembre al 1 de octubre de 1572.
Siglos después, como para borrar cualquier residuo de grandezas visibles, la revolución aventará sus reliquias en el Madrid de 1936.