Liturgia y santoral 30/6/15 ML: Stos. PROTOMÁRTIRES

M. libre: SANTOS PROTOMÁRTIRES DE LA IGLESIA ROMANA
Génesis 19,15-29
El Señor hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma i Gomorra

En aquellos días, los ángeles urgieron a Lot: “Anda, toma a tu mujer y a esas dos hijas tuyas, para que no perezcan por culpa de Sodoma.” Y, como no se decidía, los agarraron de la mano, a él, a su mujer y a las dos hijas, a quienes el Señor perdonaba; los sacaron y los guiaron fuera de la ciudad. Una vez fuera, le dijeron: “Ponte a salvo; no mires atrás. No te detengas en la vega; ponte a salvo en los montes, para no perecer.” Lot les respondió: “No. Vuestro siervo goza de vuestro favor, pues me habéis salvado la vida, tratándome con gran misericordia; yo no puedo ponerme a salvo en los montes, el desastre me alcanzará y moriré. Mira, ahí cerca hay una ciudad pequeña donde puedo refugiarme y escapar del peligro. Como la ciudad es pequeña, salvaré allí la vida.” Le contestó: “Accedo a lo que pides: no arrasaré esa ciudad que dices. Aprisa, ponte a salvo allí, pues no puedo hacer nada hasta que llegues.” Por eso la ciudad se llama La Pequeña. Cuando Lot llegó a La Pequeña, salía el sol. El Señor, desde el cielo, hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. Arrasó aquellas ciudades y toda la vega con los habitantes de las ciudades y la hierba del campo. La mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal.
Abrahán madrugó y se dirigió al sitio donde había estado con el Señor. Miró en dirección a Sodoma y Gomorra, toda la extensión de la vega, y vio humo que subía del suelo, como el humo de un horno. Así, cuando Dios destruyó las ciudades de la vega, arrasando las ciudades donde había vivido Lot, se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe.
Salmo responsorial: 25
Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad.

Escrútame, Señor, ponme a prueba, / sondea mis entrañas y mi corazón, / porque tengo ante los ojos tu bondad, / y camino en tu verdad. R.
No arrebates mi alma con los pecadores, / ni mi vida con los sanguinarios, / que en su izquierda llevan infamias, / y su derecha está llena de sobornos. R.
Yo, en cambio, camino en la integridad; / sálvame, ten misericordia de mí. / Mi pie se mantiene en el camino llano; / en la asamblea bendeciré al Señor. R.
Mateo 8,23-27
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: “¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!” Él les dijo: “¡Cobardes! ¡Qué poca fe!” Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: “¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!”

SANTORAL:
Santos: Ss. Protomártires de la Iglesia Romana; Marcial, Marciano, Beltrán, obispos; Cayo y León, subdiácono, Basílides, mártires; Lucinia o Lucina, Emiliana, Donato, mártires; Ostiano, Teobaldo, Alrico, Alpiniano, Andrónico, Apolo, confesores; Cayo, presbítero; León, subdiácono; Agabo, profeta; Adilia o Adela, abadesa.

Imagen
Protomártires de la Iglesia Romana (s. I)
Tanto el historiador pagano Tácito, en su obra Annales o Historiae –el primero de sus dos principales trabajos: la historia del Imperio romano desde el 69 hasta el asesinato del emperador Domiciano en el 96–, como el Papa Clemente, en su Carta a los Corintios, testifican que muchos cristianos sufrieron martirio en medio de indecibles tormentos con la persecución desencadenada por el emperador Nerón después del incendio de Roma, en el año 64.
En ese verano hubo en la Ciudad que llaman Eterna un pavoroso incendio, posiblemente el mayor que ha conocido Roma a lo largo de su historia, a pesar de ser tan larga y de tanta guerra y saqueo, porque, según cuentan lenguas, aquel no fue ocasional, ni bélico; se debió al desenfrenado deseo lúdico de la maldad del loco que se hacía llamar ‘dios’ y deseaba tener motivo de inspiración poética digna de dioses.
Luego, para acallar los rumores populares y los ayes de la desgracia, desvió la responsabilidad soberana haciendo que las miradas se fijasen en una casta suficientemente odiada por el pueblo por sus desmesurados excesos, llamada vulgarmente como ‘los cristianos’.
El historiador pagano de los Anales refiere que «el autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio, había sido ajusticiado por orden de Poncio Pilato, procurador de la Judea; y aunque por entonces se reprimió algún tanto aquella perniciosa superstición, tornaba otra vez a reverdecer, no solamente en Judea, origen de este mal, sino también en Roma».
«Fueron, pues, detenidos al principio los que profesaban públicamente esta religión, y después, por delaciones de aquellos, una multitud infinita, no tanto por el delito del incendio que se les imputaba, como por hallarse convictos de aborrecimiento al género humano. Añadióse a la justicia que se hizo de estos la burla y escarnio con que se les daba la muerte».
«A unos vestían de pellejos de fieras, para que de esta manera los despedazasen los perros; a otros ponían en cruces; a otros echaban sobre grandes rimeros de leña a los que pegaban fuego para que, ardiendo con ellos, sirviesen de alumbrar en las tinieblas de la noche».
Así se cuentan los hechos que hicieron tantos mártires cristianos anónimos, desconocidos. Aunque seguramente la mayor parte eran gente humilde, del pueblo, no es improbable que también se contaran importantes políticos, militares o ricos. No se sabe. Cierto es que Nerón empezó a castigar a los culpados de ser cristianos con todas las exquisiteces de tormentos inventadas hasta el momento. Y hasta es posible que la estupidez humana adquiriera cotas tan altas que justificara aquello como bueno. Fue por estos tiempos por los que testificaron al máximo el amor a Cristo Pedro y Pablo.

 Imagen