Liturgia y santoral 5/5/13 VI DOMINGO PASCUA

VI DOMINGO DE PASCUA
– Hch 15, 1-2. 22-29. Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables.
– Sal 66. R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
– Ap 21, 10-14. 22-23. Me mostró la ciudad santa, que descendía del cielo.
– Jn 14, 23-29. El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amárais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.”

SANTORAL:
Santos: Ángel, Hilario, Niceto, Eulogio, Teodoro, Geroncio, Sacerdote, Máximo, Britón, obispos; Eutimio, Crescenciana, Irene, Irenio, Joviniano, Peregrino, Gregorio, Arquelao, Felicísima, Silvano, mártires; Ida, santa; Nancto, Avertino, eremitas.

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San Nancto, abad (s. VII)
El siglo VII es, sin ninguna clase de duda, el siglo de oro, en la comunidad cristiana de Mérida. Consecuentemente, la vida monástica fue floreciente: cuna de futuros prelados y cantera de santos.
En tiempos del rey Leovigildo, vino de las regiones del África a la provincia de Lusitania un abad por nombre Nancto. Fray Justo Pérez de Urbel amplía noticias sobre este personaje y su monasterio.
Por el libro de «Las Vidas de los Santos Padres de Mérida» sabemos de su vida monástica que con toda conciencia quiso observar: por una parte, su aislamiento del mundo, en especial de las mujeres, como lo revela la dificultad que puso y mantuvo, a través del diácono Redempto, para permitir un encuentro totalmente ocasional, en la Basílica eulaliense, con la piadosa y noble viuda llamada Eusebia, tras mucho rogarle; y por otra, su retirada a un lugar desértico –de cuya ubicación solo existen conjeturas– con la compañía de unos pocos hermanos.
Empezó a brillar por su fama de santidad debido a sus muchas virtudes