Liturgia y santoral 6/10/15 ML: SAN BRUNO
Memoria libre: SAN BRUNO, presbítero
Jonás 3,1-10
Los ninivitas se convirtieron de su mala vida, y Dios se compadeció
De nuevo vino la palabra del Señor sobre Jonás: “Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.” Se levantó Jonàs y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: “¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!” Creyereon en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.
Llegó el mensaje al rey de Nínive; se levantó del trono, dejó el manto, se cubrió de saco, se sentó en el polvo y mandó al heraldo a proclamar en su nombre a Nínive: “Hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, no pasten ni beban; vístanse de saco hombres y animales; invoquen fervientemente a Dios, que se convierta cada cual de su mala vida y de la violencia de sus manos; quizá se arrepienta, se compadezca Dios, quizá cese el incendio de su ira, y no pereceremos.” Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
Salmo responsorial: 129
Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resisitir?
Desde lo hondo a ti grito, Señor; / Señor, escucha mi voz; / estén tus oídos atentos / a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuentas de los delitos, Señor, / ¿quién podrá resisitir? / Pero de ti procede el perdón, / y así infundes respeto. R.
Porque del Señor viene la misericordia, / la redención copiosa; / y él redemirá a Israel / de todos sus delitos. R.
Lucas 10,38-42
Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la mejor parte
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señeor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.” Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.”
SANTORAL:
Santos: Bruno, fundador; Sagar, Barto, Balduino, Probo, Renato, Román, Térico, Artaldo, Apolinar, Fraterno, Magno, obispos; María Francisca de las cinco llagas, confesores; Godofredo, abad; Alberta, Marcelo, Casto, Emilio, Saturnino, beato; Diego Luis de S. Vitores, mártires.
SAN BRUNO 1033
Resulta imposible recordar a San Bruno con otros rasgos que sean los del asceta consumido enteramente por su visión interior, tal como lo representa Houdon. Y, sin embargo, si bien Bruno había sido, hasta sus cincuenta años un celoso sacerdote, nada había tenido hasta entonces de ermitaño. Nacido en Colonia hacia el 1030, tres años después de la muerte de San Romualdo el Padre de los eremitas de Camaldoli, pasó a ser canónigo de, la colegiata de San Cuniberto, para convertirse más tarde en Reims, por más de veinticinco años, en el «Maestro Bruno», profesor muy apreciado de una de las escuelas de más reputación de su tiempo. Fue hacia 1080 cuando escuchó la llamada a una vida de total entrega a la penitencia v a la contemplación. Abandonando su cátedra se retiró junto con algunos discípulos cerca de Molesme, y mas tarde al macizo de Chartreuse, cerca de Grenoble, en los Alpes del Delfinado donde instaura un tipo de vida monástica sumamente parecida, en ciertos aspectos a la que había concebido San Romualdo: los hermanos vivirían como ermitaños, pero se reunirían para la celebración litúrgica. En 1088, a instancias del papa Urbano II – su antiguo alumno, Bruno hubo de abandonar Chartreuse para no volver a verla más. Tras pasar 3 o 4 años en Roma, obtuvo permiso para retirarse a Calabria, en donde fundó un nuevo retiro en el desierto de La Torre. Allí fue donde murió, cerca de Serra, en 1101.
El combate espiritual de Bruno por la Iglesia empieza por la renuncia (se le suele representar con el báculo y la mitra a los pies, los honores pisoteados) y consiste en la oración, el trabajo y la penitencia. La gran batalla se libra por medios que parecen incongruentes, ¿no seria más efectivo recorrer Europa catequizando, predicando, convenciendo?
No, el camino de este hombre es la soledad y las asperezas de una vida durísima, el ideal más severo de toda la historia de la Iglesia que ha pervivido en todo su rigor hasta hoy. Ser cartujo es morir al mundo, abrazar el silencio, la mortificación extremada, reducir la existencia a un pequeño huerto, a una vida rigurosa, a la prioridad absoluta de Dios.
Para él la Iglesia se salva desde allí, no en medio del mundo, pero años después un antiguo discípulo hecho papa le llamará como consejero a Roma, la mayor penitencia que podía imponérsela. Bruno va a obedecer muerto de añoranza por su Cartuja, y morirá en otra fundación italiana, muy lejos de su valle de Grenoble.
Bruno y sus monjes blancos, desasidos de cualquier interés terrenal, que llevan el desierto consigo como lugar de encuentro con Dios, son un rincón privilegiado de sombra y de silencio, de adoración, en la vida de la Iglesia, el jardín más austero del alma.