Liturgia y santoral 7/8/14 ML: S. SIXTO II y comp.
Memoria libre: SAN SIXTO II, papa, y compañeros
– Jer 31, 31-34. Haré una alianza nueva y no recordaré sus pecados.
– Sal 50. R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.
– Mt 16, 13-23. Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos
13 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?»
14 Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.»
15 Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»
16 Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.»
17 Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»
20 Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo.
21 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día.
22 Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!»
23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!
SANTORAL:
Santos: Sixto II, papa y compañeros, mártires; Cayetano, presbítero; Justino, Veriano, Pedro, Julián, Fausto, Carpóforo, Exanto, Casio, Severo, Segundo, mártires; Celso, Claudia, Conrado, confesores; Victricio, Donato, Donaciano, obispos; Domecio, monje; Alberto, carmelita.
SAN SIXTO II Y COMPAÑEROS MÁRTIRES 258
A fines del mes de agosto del 258, San Cipriano, que sería decapitado el 14 de septiembre, escribía a uno de sus colegas: «Valeriano, en un escrito al Senado, ha dado la orden de que los obispos, sacerdotes y diáconos sean ejecutados inmediatamente. Sabed que Sixto ha sido muerto en un cementerio el 6 de agosto, y con él cuatro diáconos». La noticia era exacta. El 6 de agosto, el papa Sixto II había sido apresado en plena asamblea litúrgica en el cementerio de Calixto y decapitado junto con los diáconos Genaro, Magno, Vicente y Esteban. Otros dos, Felicísimo y Agapito habían corrido la misma suerte en el cementerio próximo al Pretextato, mientras el diácono Lorenzo sería condenado a muerte cuatro días después, luego de haber sido sometido a la tortura. Nos hallamos ante la página más gloriosa de la historia de la Iglesia romana durante las persecuciones. Cipriano podía apoyarse en este testimonio para invitar a los cristianos de Africa «a la lucha espiritual: de tal suerte – dice – que cada uno de nosotros no piense tanto en la muerte cuanto en la inmortalidad y que, consagrados a Dios con todas las energías de su fe y de su entusiasmo, sientan antes la alegría que el miedo a la hora de una confesión, en la que saben que los soldados de Dios no reciben la muerte, sino antes bien, la corona» (Carta 80).
Las catacumbas de Roma han sido la inspiración de cuentos espeluznantes. La idea de unas cámaras secretas donde los cristianos primitivos se reunían para evitar a los romanos ha encendido la imaginación de muchos novelistas. Aunque las catacumbas fueron utilizadas por los cristianos como lugares de culto privado, principalmente eran cámaras de enterramiento. Las autoridades siempre supieron de su existencia; de hecho, mientras el papa Sixto Il estaba en ellas un día celebrando misa, los soldados imperiales aparecieron de repente y lo degollaron.
Hacia esta época del año, aunque el verano se halla en pleno apogeo, cuando la luz incide del modo justo, puede verse un tinte amarillo muy tenue en el verde los árboles y un susurro del invierno se cuela por la ventana abierta. El verano debe concluir; es el camino de toda vida.
Los primitivos cristianos utilizaban las catacumbas para sus más grandes celebraciones. Ahí, entre los cuerpos de sus muertos, se regocijaban en la promesa de la vida eterna. Es una de las grandes paradojas de la fe, que todos debamos morir antes de tener vida eterna.
No sólo deben morir nuestros cuerpos. Debemos morir a los apegos y ataduras que nos mantienen aferrados a la tierra. Debemos abandonar nuestros deseos egoístas y nuestra preocupación por las posesiones materiales. Debemos dejar marcharse todo de manera que nuestras manos vacías puedan llenarse de eternidad. Una vez que aprendemos a hacer eso, regocijarse en vida entre los muertos de las catacumbas no nos parece tan extraño