Liturgia y santoral 7/9/14 XXIII DOMINGO ORDINARIO

XXIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
– Ez 33, 7-9. Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre.
– Sal 94. R. Ojalá escuchéis hoy su voz: “No endurezcáis vuestro corazón”.
– Rom 13, 8-10. Amar es cumplir la ley entera.
– Mt 18, 15-20. Si te hace caso, has salvado a tu hermano.
15 «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
16 Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos.
17 Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.
18 «Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
19 «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos.
20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

SANTORAL:
Santos: Albino, Almundo, Tilberto, confesores; Gondulfo, Gratulo, Pánfilo, Teodorico, Vivencio, Euberto o Evorcio, obispos; Bono, Fausto, Mauro, Gerón, Calcedonio, Sozón, Severino, Juan, Eupsiquio, Atanasio, mártires; Carísima, Clodoaldo, Faciolo, Hildurdo, Lucas, Madelberta, Augustal, confesores; Eustaquio, Juan de Lodi, abades; Nemorio, diácono; Regina, virgen y mártir

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SANTA REGINA 251
Regina o Reina, de la ciudad de Alesia — hoy Alise-Sainte-Reine, en la Borgoña –, lugar célebre por la derrota de Vercingetórix a manos de César, fue una doncella galorromana que a los quince años descubrió la fe de Cristo y se bautizó, ofreciendo a Dios su virginidad.
Dice el padre Ribadeneira que «era tan hermosa (esmalte que divinamente sale sobre el oro de la virtud) que pasando acaso por Alissia Olibrio prefecto y viéndola se enamoró de ella. Hízola venir a su presencia y sabiendo de ella misma que era cristiana, la mandó poner en la cárcel, advirtiéndola que él iba a un viaje, y que si al volver de él no había mudado de religión experimentaría su rigor».
Lo demás es previsible, Regina se niega a sacrificar a los dioses, la someten a tortura y «rasgan sus delicadas carnes con uñas de acero»; siguen más tormentos, se producen prodigios (un terremoto, voces celestiales, una paloma que acude a consolarla y que sana sus heridas) que hacen que se conviertan a la fe ochocientos cincuenta gentiles, y por fin es degollada.
Como tantas otras historias de mártires antiguos, ésta nos parece cándida e inverosímil, y sin duda en ella hay una porción de elementos fantásticos, de adorno y ejemplaridad; pero sus exageraciones, que magnifica nuestro buen Ribadeneira, son como el aderezo hiperbólico de un drama bien real, dar la vida por la fe que se tiene, y una cosa así justifica los excesos de cierta desmesura, no va uno a regatear un poco de imaginación con un tema así.