Liturgia y santoral 8/11/19 VIERNES

FERIA
Romanos 15,14-21
Ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, para que la ofrenda de los gentiles agrade a Dios
Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosáis de buena voluntad y de que os sobra saber para aconsejaros unos a otros. A pesar de eso, para traeros a la memoria lo que ya sabéis, os he escrito, a veces propasándome un poco. Me da pie el don recibido de Dios, que me hace ministro de Cristo Jesús para con los gentiles: mi acción sacra consiste en anunciar el Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, agrade a Dios.
En Cristo Jesús estoy orgulloso de mi trabajo por Dios. Sería presunción hablar de algo que no fuera lo que Cristo hace por mi medio para que los gentiles respondan a la fe, con mis palabras y acciones, con la fuerza de señales y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios. Tanto, que en todas direcciones, a partir de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, lo he dejado todo lleno del Evangelio de Cristo. Eso sí, para mí es cuestión de amor propio no anunciar el Evangelio más que donde no se ha pronunciado aún el nombre de Cristo; en vez de construir sobre cimiento ajeno, hago lo que dice la Escritura: “Los que no tenían noticia lo verán, los que no habían oído hablar comprenderán.”

Salmo responsorial: 97
El Señor revela a las naciones su victoria.
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas: / su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo. $R
El Señor da a conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclamad al Señor, tierra entera; / gritad, vitoread, tocad. R.

Lucas 16,1-8
Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.”
El administrador se puso a echar sus cálculos: “¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.” Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?” Éste respondió: “Cien barriles de aceite.” Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.” Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?” Él contestó: “Cien fanegas de trigo.” Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta.” Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.”

SANTORAL:
• San Adeodato, San Claro de Tours, San Godofredo de Amiens, San Wilehado de Brema.
• Beata Isabel de la Trinidad, Beato Isaías Boner, Beato Juan Duns Escoto, Beata María Crucificada Satellico.

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Godofredo de Amiens (en francés, Geoffroy d’Amiens) (1066–1115) fue un obispo de Amiens.
Godofredo nació en 1066 en Moulincourt, en la diócesis de Soissons. Tercer hijo de la familia noble, a una edad temprana su tío, el obispo de Soissons, lo envió para ser educado en un monasterio cerca de la Péronne.
A los 25 años, fue ordenado sacerdote por el obispo de Noyon y se convirtió en el abad de la abadía de Nogent-sous-Coucy. En Nogent, que estaba de decadencia, Godofredo se volcó en la restauración de orden material y moral del convento, hasta el punto de que el arzobispo de Reims le quiso confiar la abadía de Saint Rémi, que era más importante. Godofredo lo rechazó diciendo ¡Dios me prohíbe abandonar a una esposa pobre por una ricaǃ
En 1104, Godofredo fue nombrado obispo de Amiens. En su desempeño como obispo se encontró con muchos problemas. Era rechazado por la nobleza y la burguesía, a los que criticaba por su conducta respecto a los pobres, queriendo mejorar las relaciones entre todos ellos. Se vio afectado por la revuelta de los campesinos contra los señores feudales y preocupado por las amenazas de guerra civil, prefirió retirarse al monasterio de la Gran Cartuja (la Grande Chartreuse) para llevar una vida de penitencia.
En 1115, fue llamado de regreso a su puesto por los habitantes de de Amiens, donde le esperaban los mismos problemas.
Cayó enfermo y se retiró a la abadía de Saint-Crépin en Soissons, donde murió el 8 de noviembre de 1115.