Liturgia y santoral 9/12/19 ML: S. JUAN D. CUAUHTLATOATZIN
Memoria libre: SAN JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (35.1–10):
1Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. 2Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro. 3Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles.a 4Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará.
5Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. 6Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo;b porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. 7El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas; en la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos.
8Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. 9No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. 10Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.
Salmo
Sal 84
2 ¡Qué amable es tu Morada,
2 Señor del Universo!
3 Mi alma se consume de deseos
3 por los atrios del Señor;
3 mi corazón y mi carne claman ansiosos
3 por el Dios viviente.
4 Hasta el gorrión encontró una casa,
4 y la golondrina tiene un nido
4 donde poner sus pichones,
4 junto a tus altares, Señor del universo,
4 mi Rey y mi Dios.
5 ¡Felices los que habitan en tu Casa
5 y te alaban sin cesar! Pausa
6 ¡Felices los que encuentran su fuerza en ti,
6 al emprender la peregrinación!
7 Al pasar por el valle árido,
7 lo convierten en un oasis;
7 caen las primeras lluvias,
7 y lo cubren de bendiciones;
8 ellos avanzan con vigor siempre creciente
8 hasta contemplar a Dios en Sión.
9 Señor del universo, oye mi plegaria,
9 escucha, Dios de Jacob; Pausa
10 protege, Dios, a nuestro Escudo
10 y mira el rostro de tu Ungido.
11 Vale más un día en tus atrios
11 que mil en otra parte;
11 yo prefiero el umbral de la Casa de mi Dios
11 antes que vivir entre malvados.
12 Porque el Señor es sol y escudo;
12 el Señor da la gracia y la gloria,
12 y no niega sus bienes
12 a los que proceden con rectitud.
13 ¡Señor del universo,
13 feliz el hombre que confía en ti!
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5, 17-26):
Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados». Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»
Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, – dijo al paralítico -: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles».
SANTORAL:
• San Cipriano, Santa Gorgonia, San Juan Diego, Santa Leocadia de Toledo, San Pedro Fourier, San Siro de Pavia, Santa Wulfilda.
• Beato Bernardo María de Jesús Silvestrelli, Beata Clara Isabel Fornari.
Juan Diego era de la etnia indígena de los chichimecas. Nació el 5 de abril o mayo de 1474 en Cuautitlán, en el barrio de Tlayácac, región que pertenecía al reino de Texcoco; fue bautizado por los primeros misioneros franciscanos en torno al año de 1524.
Juan Diego era un hombre considerado piadoso por los franciscanos y agustinos asentados en Tlatelolco, donde aún no había convento, sino lo que se conoce como doctrina, donde se oficiaba misa y se catequizaba. Juan Diego hacía un gran esfuerzo al trasladarse cada semana saliendo «muy temprano del pueblo de Tulpetlac, que era donde en ese momento vivía, y caminar hacia el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac».
De acuerdo con la tradición, el sábado 9 de diciembre de 1531, (a sus ya 57 años de edad) muy de mañana en el cerro del Tepeyac escuchó el cantar del pájaro mexicano tzinitzcan, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe. Ella se le apareció cuatro veces entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 y le encomendó decir al entonces obispo, fray Juan de Zumárraga, que en ese lugar quería que se edificara un templo. La Virgen de Guadalupe le ordenó a Juan Diego que cortara unas rosas que misteriosamente acababan de florecer en lo alto del cerro para llevarlas al obispo Zumárraga en su ayate. La tradición refiere que cuando Juan Diego mostró al obispo las hermosas flores durante un helado invierno se apareció milagrosamente la imagen de la Virgen, llamada más tarde Guadalupe por los españoles, impresa en el ayate. El prelado -que en sus escritos no dejó constancia alguna de ninguno de los hechos- ordenó la construcción de una ermita donde Juan Diego Cuauhtlatoatzin viviría por el resto de sus días custodiando el ayate (actual capilla de indígenas).
Según lo escrito por Luis Lasso de la Vega, fue así que en 1531, diez años después de la conquista de Tenochtitlan, Juan Diego presenció la aparición de la Virgen, cuando tenía cerca de 57 años y narró los acontecimientos a don Antonio Valeriano de Azcapotzalco un indígena letrado por conventos jesuitas en la crónica del Nican Mopohua.
Murió en la Ciudad de México en el año 1548 a la edad de 74 años en la fecha atribuida del 30 de mayo.
Fue beatificado (junto a San José María Yermo y Parres y los beatos Niños Mártires de Tlaxcala) en la Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México el 6 de mayo de 1990, durante el segundo viaje apostólico a México del papa Juan Pablo II. Finalmente fue canonizado en 2002 por el mismo Juan Pablo II y la Iglesia católica celebra su festividad el día 9 de diciembre.