Liturgia y santoral 9/2/16 MARTES

FERIA
1Reyes 8,22-23.27-30
Sobre este templo quisiste que residiera tu nombre. Escucha la súplica de tu pueblo, Israel

En aquellos días, Salomón, en pie ante el altar del Señor, en presencia de toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo: “¡Señor, Dios de Israel! Ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra hay un Dios como tú, fiel a la alianza con tus vasallos, si caminan de todo corazón en tu presencia. Aunque ¿es posible que Dios habite en la tierra? Si no cabes en el cielo y en lo más alto del cielo, ¡cuánto menos en este templo que he construido! Vuelve tu rostro a la oración y súplica de tu siervo, Señor, Dios mío, escucha el clamor y la oración que te dirige hoy tu siervo. Día y noche estén tus ojos abiertos sobre este templo, sobre el sitio donde quisiste que residiera tu nombre. ¡Escucha la oración que tu siervo te dirige en este sitio! Escucha la súplica de tu siervo y de tu pueblo, Israel, cuando recen en este sitio; escucha tú, desde tu morada del cielo, y perdona.”
Salmo responsorial: 83
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!

Mi alma se consume y anhela / los atrios del Señor, / mi corazón y mi carne / retozan por el Dios vivo. R.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; / la golondrina, un nido / donde colocar sus polluelos: / tus altares, Señor de los ejércitos, / Rey mío y Dios mío. R.
Dichosos los que viven en tu casa, / alabándote siempre. / Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo, / mira el rostro de tu Ungido. R.
Vale más un día en tus atrios / que mil en mi casa, / y prefiero el umbral de la casa de Dios / a vivir con los malvados.
Marcos 7,1-13
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?” Él les contestó: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.”
Y añadió: “Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte”; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: “Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.”

SANTORAL:
Santos: Apolonia, Alejandro, Ammonio, Nicéforo, Primo y Donato, diáconos; Marta, María y Licarión, mártires; Sabino, obispo; Miguel Febres de las Escuelas Cristianas; Emiliano, eremita; Reinaldo, Conrado, monjes.

Imagen
Apolonia, virgen y mártir († c.a. 249)
Sucedió en tiempos del emperador Felipe que es una época suave en la práctica de la fe cristiana. El lugar de los acontecimientos es Alejandría y por el año 248, previo a la persecución de Decio.
Sale a la calle un poeta con aires de profeta de males futuros; practicaba la magia, según se dice; va por las vías y plazas alejandrinas publicando, como agorero de males, las catástrofes y calamidades que van a sobrevenir a la ciudad si no se extermina de ella a los cristianos. No se sabe qué cosas dieron motivo para predecir esos tiempos aciagos, pero la verborrea produjo su efecto. El obispo Dionisio Alejandrino es el que relata el comienzo de la persecución. Tomaron violentamente al anciano Metro, sin respetar sus canas; le exigen blasfemias contra Jesucristo, se desalientan con su firmeza y acaban moliéndolo a palos y lapidándolo a las afueras de la ciudad. Luego van a por la matrona Cointa que es atada, arrastrada y también muerta a pedradas. Ahora la ciudad parece en estado de guerra; han crecido los tumultos; la gente va loca asaltando las casas donde puede haber cristianos. Se multiplican los incendios, los saqueos y la destrucción.
En Alejandría vive una cristiana bautizada desde pequeña y educada en la fe por sus padres; en los tiempos de su juventud decidió la renuncia voluntaria al matrimonio para dar su vida entera a Jesús. Se llama Apolonia y ya es entrada en años; los que la conocen saben mucho de sus obras de caridad, de su sólida virtud y de su retiro en oración; incluso presta ayuda a la iglesia local como diaconisa, según se estila en la antigüedad. Las hordas incontroladas la secuestran y pretenden obligarla a blasfemar contra Jesucristo. Como nada sale de su boca, con una piedra le destrozan los dientes. Después la llevan fuera de la ciudad amenazándola con arrojarla a una hoguera, si no apostata. Pide un tiempo para reflexionar. Se abisma en oración. Luego, ella misma es la que, con desprecio a la vida que sin Dios no vale, con paso decidido, pasa ante sus asombrados verdugos y entra en las llamas donde murió.
Los cristianos recogieron de entre las cenizas lo poco que quedó de sus despojos. Los dientes fueron recogidos como reliquias que distribuyeron por las iglesias.
Su representación iconográfica posterior la presenta sufriendo martirio de manos de un sayón que tiene una gran piedra en la mano para impartir el golpe que le destrozó la boca. Por eso es abogada contra los males de dientes y muelas.
También a nosotros nos asombra la decisión de santa Apolonia por parecerse a al suicidio. Algún magnánimo escritor habla de que «eso sólo es lícito hacerlo bajo una inspiración de Dios». Desde luego es susceptible de más de una glosa. Sólo que los santos, tan extremosamente llenos de Dios, adoptan en ocasiones actitudes inverosímiles y desconcertantes bajo el aguijón del Amor y ¡quien sabe si esas son «locuras» sólo para quien no tiene tanto amor! Al fin y al cabo, cada santo es el misterio de responder sin cuento a Dios