Ofrecimiento dolores 2010
OFRECIMIENTO DE LOS DOLORES 2010
A CARGO DE:
D. ÁNGEL MARÍA PEDROSA GALÁN
Coordinador de publicaciones de la Excma. Diputación Provincial de Valladolid
– Mujer, ahí tienes a tu Hijo…
– Hijo, he ahí a tu Madre!
¿Cómo comenzar de mejor modo, Madre de Dios y Madre nuestra, éste arrebato dolorido, de alma convulsa y sufriente, a tu piedad y tu misericordia?
Escucha a tus hijos, Madre Dolorosa, en un lamento que se extiende desde nuestro corazón al espacio donde moras, al cielo prometido por tu divino Hijo, a cuantos crean y amen Su palabra.
OFRECIMIENTO DE LOS DOLORES DE
VALLADOLID A NUESTRA MADRE
LA VIRGEN DE LOS DOLORES
A CARGO DE:
D. ÁNGEL MARÍA PEDROSA GALÁN
Coordinador de publicaciones de la Excma. Diputación Provincial de Valladolid
– Mujer, ahí tienes a tu Hijo…
– Hijo, he ahí a tu Madre!
¿Cómo comenzar de mejor modo, Madre de Dios y Madre nuestra, éste arrebato dolorido, de alma convulsa y sufriente, a tu piedad y tu misericordia?
Escucha a tus hijos, Madre Dolorosa, en un lamento que se extiende desde nuestro corazón al espacio donde moras, al cielo prometido por tu divino Hijo, a cuantos crean y amen Su palabra.
Tú sabes y conoces nuestros males, como siempre has sabido y conocido los males que aquejan a los hombres en cualquier tiempo y circunstancia.
Nuestro tiempo es hoy, también, nuestra circunstancia. Somos esclavos de nuestras propias pasiones y deberíamos recurrir en todo momento a la única Pasión verdadera, a la única pasión redentora. La de tu sagrado Hijo, Jesús, Nuestro Señor.
Y así pues, hoy aclamamos tu santo nombre, Virgen de la Vera Cruz, haciéndonos depositarios y heraldos de los más dolorosos dolores que en el mundo han sido. La ingratitud hecha tormento y tortura, la blasfemia hecha corona, la injusticia hecha martirio.
Jesús hubo de morir, sacrificado ante tus ojos, y en tu alma, una mortífera espada la atravesaba hasta derramar toda la sangre que fluía de las heridas infligidas a tu Hijo.
Tu dolor es nuestra fuerza y nuestro amparo. Sabemos que solo en el dolor, sólo semejándonos a Jesús y a Ti, podremos alcanzar nuestros ruegos a vuestra bondad, a vuestra misericordia, esperando que los encuentres dignos de ser escuchados y de transportar al corazón de tu Hijo tantas desdichas y penas.
Por ello quiero añadir estos versos de fe y de esperanza, para que se extiendan como un perfume de paz, a todos los paisanos de esta tierra que hoy te aclama:
Virgen y Madre en la tierra,
Reina gloriosa en los cielos,
Virgen, Madre, Reina
de todos los que en Ti creemos.
Cuando con el alma rota
alguno nos encontremos
Madre, Virgen y Reina
qué nos llegue tu consuelo.
No hay una flor más hermosa
que tu serena belleza
ni una devoción tan grande
como la que por Ti siento MADRE
No hay fuente más generosa
de aguas puras en su valle
que cuando brote no calle
por escucharte, amorosa.
No hay cielo que azul me sea
de tan limpio resplandor
que no me hable del amor
que en mí, María, recreas.
No hay voz humana que rece
ni que la Gloria nos abra
como cuando Tú dijiste:
“hágase en mi
tu Santa palabra”.
Madre mía, lo que digo…
¿te satisface, Señora?
Canta mi alma, no llora
la pena que va conmigo.
Y como hambriento recibo
la gracia que Tú atesoras.
Madre, Virgen y Reina
Se nuestro consuelo
y al dejar este mundo
llévanos contigo al cielo.
Y es el amor, mi único amor, el amor que me hace hablar por tus hijos de Valladolid, que hoy ofrecen sus dolores a tu piedad y a tu sufrimiento.
El corazón siente. El alma, presiente. Y nosotros, los vallisoletanos, unidos en la fe y en la esperanza, hoy te dirigimos nuestras súplicas y ruegos, para que, como siempre que has sido invocada, los hagas llegar al Señor, nuestro Dios, Rey del Universo y dador de nuestra vida.
Deja, Madre, que te diga, para que se enteren los hombres, que tu eres nuestra estrella y nosotros un humilde reflejo.
Deja, Madre, que grite que tu corazón, en silencio, es el don y el regalo más auténtico, en virtud del cual me atrevo a rogarte que nos escuches con generosa y piadosa ternura.
Buscamos tu consuelo y tu amparo en estos tiempos que recorremos juntos, tan ásperos, tan desabridos, tan inclementes y olvidadizos de las gracias del Señor y de tus continuadas y reiteradas manifestaciones por nuestra conversión y salvación.
La moralidad da sentido y valor a la vida.
Y hace falta despertar, en nosotros, ese sentido moral coherente con el destino humano que este misterio lleva consigo. Pero… la velocidad es la reina de nuestro tiempo. La energía, el movimiento, la productividad, la transformación, la conquista, caracterizan al mundo moderno, acentuando en el espíritu humano esa búsqueda de la perfección para su propia utilidad, en esa desesperante y degenerante búsqueda del placer, dando una constante sensación de embriaguez de novedades.
La actividad humana ha aumentado enormemente pero parece haber perdido el timón que la dirige.
Quizá el hombre no sea dueño de si mismo, pero se ha erigido, antes que nada, en señor de todo lo que le rodea. Se ha convertido en esclavo de su propia autosuficiencia. Y en esa autosuficiencia están: su indefensión, su confusión, su insatisfacción constante, su ambición sin fin.
El materialismo por su simplicidad, su insensibilidad espiritual y su negación final de Dios, tiene enormes repercusiones morales:
Hoy, el negarse a aceptar lo que se propone por medio de la autoridad jerárquica, y que trae como consecuencia la antipatía hacia el paternalismo, la obediencia, las normas generales, la ley.
Hoy, el proceder del modo habitual de obrar, de las costumbres, de la tradición, con la consiguiente reacción al conformismo, a la estabilidad, a los reglamentos.
Hoy, ese escepticismo, hacia la virtud, la castidad, la religión, el sacrificio, y por otra parte, la inconsistente resignación a las debilidades humanas, la buscada imposibilidad de ser fieles a una palabra dada, a un propósito, a un acto coherente, a la Felicidad.
Hoy, la tendencia a creer que se es honesto y sabio cuando se explora o manifiesta esta “conciencia”, que no dicta deberes, sino que se limita a describir las cosas y, por consiguiente, se sustrae a toda obligación moral y a la responsabilidad para con los demás.
Hoy, realmente hoy, es cuando nos damos cuenta que nos hace falta una unidad de equilibrio humano y social, una “causa común”, algo que nos haga ser una piña, algo cada vez menos valorado:
LA FAMILIA
Por todo ello y por esta devoción de este pueblo de Valladolid, que te ama, te reza y te venera, y que cada año se postra ante tu Hijo y ante tus santos dolores en el paso de nuestras imágenes de Semana Santa, te rogamos, alzando mi voz, que en estos momentos se hace abanderado de todos los vallisoletanos, para enumerarte, (como si tu no lo supieras), lo que más nos aflige y trastorna, en el caminar diario por este mundo, por este valle de lágrimas:
Madre: Por la familia, esa institución que nos ha sido ofrendada por Dios al dar a nuestros primeros padres la facultad de procrearla y mantenerla por los siglos, dándole potestad sobre todo lo creado.
Por la subsistencia y el mantenimiento de esas familias, de todas las familias que conformamos esta tierra de Valladolid, te pido humildemente que inspires y protejas a cuantos las forman, para que respeten la convivencia entre sus miembros, sobre todo con, los padres de los padres y abuelos de los nietos que, más adelante, serán a su vez, padres y abuelos. Que los amen, que los cuiden, que los protejan y amparen, que vivan y convivan con ellos, pese a enfermedades o a sus propias incapacidades. Que les ofrezcan el amor de su fuerza y su juventud, de sus almas generosas, de su esfuerzo diario en su beneficio. Que hallen en ellos el bálsamo que haga feliz el paso de sus años con la alegría de vivir en justa y santa armonía. Que no se sientan abandonados o desatendidos, que aún encerrados en esas “cárceles de oro” de hermosas residencias, extrañas a la suya propia, sigan sintiendo el calor y el cariño diario de sus hijos y nietos, de esa familia que crearon con amor y generosa entrega.
Madre:
Por tantos hijos sin padres…
Por tantos niños sin educadores…
Por los menores de edad que sufren la marginación, los extravíos y depravaciones de los adultos…
Por los sufrientes por catástrofes naturales, y que han visto diezmada su familia, perdidos sus hogares y sus labores…
Por las personas que han perdido padres, hermanos, hijos, y otros familiares en atentados terroristas…
Por todos aquellos que en estos momentos DIFÍCILES se encuentran sin trabajo.
Por esa falta de respeto entre los cónyuges que llevan al maltrato que sufren las mujeres, y también los hombres, sin ceder a la máxima obligación de su vínculo y de su unión, que es el completo y eterno amor por encima de todas las adversidades…
Por tantos y tantos drogadictos y alcohólicos, aficionados al placer efímero, que destroza sus mentes y voluntades, que degrada su personalidad, que hace sufrir a quienes conviven con ellos, que llegan a deshacer familias y a causar más de una vez, desgracias irreparables a propios y a extraños a causa de sus violencias y agresividades…
Por todos los que padecen la terrible guadaña del cáncer, del sida y otras enfermedades, que hoy claman en su lecho de dolor, en una prueba de agonía lenta y dolorosa…
Y, … hay otro dolor, Madre de la Vera Cruz, más lacerante si cabe, ¿cómo no he de rogarte por las mujeres y hombres, por los hombres y mujeres que consienten ante el aborto fácil, ante la pérdida de una vida engendrada por ellos, sin recapacitar ni valorar la vida que desprecian… dando escape a su comodidad, egoísmo o interés mundano…
¡Ay! Cuantas mujeres, Virgen Madre, darían un tesoro por tener en su seno el ser humano que otros desprecian y echan de sus cuerpos!
¿En base a que exigencia humana puede matarse una vida engendrada con amor? –Y si no ha habido amor en ello, bastante tienen ya con su dolor, por hacerla morir antes de nacer.
¡Señora te ruego por todos ellos y también para que inspires en el amor a todos aquellos que forman hoy jóvenes familias. Dales mucho amor y fortaleza para que sus hijos nazcan y dales ventura y dicha para criarlos y mantenerlos después.
Todos estos, Madre nuestra, sufren. Todos son víctimas de dolores. Madre mía, que ni uno puede decir estar libre de dolores que el mundo ofrece. ¡Tu lo sabes muy bien!, Tu que has sufrido el dolor de tu Hijo, y has convivido con Él en silencio.
No dejes que este ruego nuestro, Madre, no alcance la eficacia rogada. Atiende a estos pobres pecadores que cada día durante el año no dejan de caer en mil faltas diversas. Que el Señor nos perdone y siga a nuestro lado, como te pedimos a ti, Santa María de la Vera Cruz, que hagas mayor y más firme nuestra fidelidad y nuestra fe.
Ruega al Señor por todos nosotros, que hoy, en aras de humildad y fe, te invocan. Nadie como Tú, Reina de los Cielos y Madre nuestra en la tierra, Señora de la Vera Cruz, sabe mejor lo que debe hablar a nuestro Salvador para que apague o mitigue el fuego de nuestras almas afligidas y nos otorgue su divino don.
Permíteme, Santa Virgen Dolorosa, mí despedida con unos sencillos versos:
Nadie que quiera vivir
debe quedar sin amar;
Quien nunca quiera sufrir
debe a María invocar;
Madre nuestra dolorosa,
Virgen de la Vera Cruz,
míranos siempre amorosa,
da a Valladolid tu luz
y a nosotros, Madre hermosa,
infúndenos tú VIRTUD
Valladolid, 3 de Abril de 2010
Angel Mª Pedrosa Galán
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